Industria y medio ambiente
Las industrias son productoras de bienes y servicios que emplean materias primas, energía, capital y trabajo humano para realizar su ciclo productivo y generar riqueza.
Pero el proceso productivo de los bienes necesarios para la sociedad también genera subproductos y residuos que pueden ser dañinos para la salud de los seres vivos y afectar negativamente el equilibrio de los ecosistemas, a la vez que genera presiones sobre los recursos naturales.
Sin embargo, el cuidado ambiental se ha constituido en una fuente de mejoras del desempeño industrial en general, creando oportunidades de ahorro y de negocios, a la vez que la imagen ambiental se ha tornado en una variable importante de competitividad.
El volumen físico de la producción industrial en el mundo ha crecido aceleradamente en las últimas décadas, tanto que en la segunda mitad del siglo XX se han empleado más recursos naturales en la producción de bienes de consumo que en toda la historia anterior de la humanidad. Esto se ha traducido en una enorme presión sobre los recursos naturales y ha incrementado significativamente los problemas de contaminación local, tanto por los efectos directos de la fabricación de satisfactores como por su consumo.
Una tendencia de esta magnitud es insostenible, por lo que han surgido algunas respuestas internacionales motivadas por presiones tanto económicas como tecnológicas para disminuir la intensidad en el uso de materiales y reducir la contaminación generada por cada unidad de producto industrial.
Los mecanismos para lograr que estas tendencias se concreten son múltiples. Destaca un cambio tecnológico que empieza a considerar no sólo los precios de los insumos sino su potencial de agotamiento; una tendencia creciente a involucrar variables ambientales dentro de la administración de las empresas; presiones por parte de los consumidores de países ricos y cambios en la gestión pública hacia el sector industrial. Además, la búsqueda de mayor eficiencia energética se ha convertido en una variable clave para el desarrollo tecnológico, y el uso sustentable del agua ha adquirido una importancia creciente en el diseño y desarrollo de proyectos industriales.
Las presiones actuales de los consumidores de los países más desarrollados pugnan porque el mercado premie a las empresas que manifiestan mejor desempeño ambiental considerando tanto el qué producen como el cómo lo producen, lo que propicia que los efectos ambientales generados por la producción de los bienes de consumo se constituya en una variable importante dentro de las decisiones de consumo.
Las políticas ambientales públicas hacia el sector industrial han reforzado las tendencias por un cambio tecnológico que limite los impactos ambientales y que transfiera la contaminación generada hacia estados físicos que representen un menor riesgo ambiental y de salud pública.
Las consideraciones de índole ambiental empiezan a adquirir cierto rango entre los factores que modelan el comercio mundial de productos industriales, y su influencia es cada vez mayor en las decisiones de localización de plantas y de métodos de producción.
Poco a poco se hace evidente una clara tendencia a considerar el cuidado del medio ambiente como un requisito previo para que una empresa tenga posibilidades de éxito en el mercado mundial y la mitigación de los impactos ambientales propios del sector industrial también se manifiesta como una fuente creciente de ahorros y de oportunidades de negocio.
Pero el proceso productivo de los bienes necesarios para la sociedad también genera subproductos y residuos que pueden ser dañinos para la salud de los seres vivos y afectar negativamente el equilibrio de los ecosistemas, a la vez que genera presiones sobre los recursos naturales.
Sin embargo, el cuidado ambiental se ha constituido en una fuente de mejoras del desempeño industrial en general, creando oportunidades de ahorro y de negocios, a la vez que la imagen ambiental se ha tornado en una variable importante de competitividad.
El volumen físico de la producción industrial en el mundo ha crecido aceleradamente en las últimas décadas, tanto que en la segunda mitad del siglo XX se han empleado más recursos naturales en la producción de bienes de consumo que en toda la historia anterior de la humanidad. Esto se ha traducido en una enorme presión sobre los recursos naturales y ha incrementado significativamente los problemas de contaminación local, tanto por los efectos directos de la fabricación de satisfactores como por su consumo.
Una tendencia de esta magnitud es insostenible, por lo que han surgido algunas respuestas internacionales motivadas por presiones tanto económicas como tecnológicas para disminuir la intensidad en el uso de materiales y reducir la contaminación generada por cada unidad de producto industrial.
Los mecanismos para lograr que estas tendencias se concreten son múltiples. Destaca un cambio tecnológico que empieza a considerar no sólo los precios de los insumos sino su potencial de agotamiento; una tendencia creciente a involucrar variables ambientales dentro de la administración de las empresas; presiones por parte de los consumidores de países ricos y cambios en la gestión pública hacia el sector industrial. Además, la búsqueda de mayor eficiencia energética se ha convertido en una variable clave para el desarrollo tecnológico, y el uso sustentable del agua ha adquirido una importancia creciente en el diseño y desarrollo de proyectos industriales.
Las presiones actuales de los consumidores de los países más desarrollados pugnan porque el mercado premie a las empresas que manifiestan mejor desempeño ambiental considerando tanto el qué producen como el cómo lo producen, lo que propicia que los efectos ambientales generados por la producción de los bienes de consumo se constituya en una variable importante dentro de las decisiones de consumo.
Las políticas ambientales públicas hacia el sector industrial han reforzado las tendencias por un cambio tecnológico que limite los impactos ambientales y que transfiera la contaminación generada hacia estados físicos que representen un menor riesgo ambiental y de salud pública.
Las consideraciones de índole ambiental empiezan a adquirir cierto rango entre los factores que modelan el comercio mundial de productos industriales, y su influencia es cada vez mayor en las decisiones de localización de plantas y de métodos de producción.
Poco a poco se hace evidente una clara tendencia a considerar el cuidado del medio ambiente como un requisito previo para que una empresa tenga posibilidades de éxito en el mercado mundial y la mitigación de los impactos ambientales propios del sector industrial también se manifiesta como una fuente creciente de ahorros y de oportunidades de negocio.
Industria extractiva
La industria extractiva explota yacimientos de recursos naturales no renovables y los transforma de manera que sean utilizables para diversos procesos productivos y de consumo.
Realiza una actividad de especial importancia para el desarrollo económico de la sociedad, pues suministra materias primas –combustibles fósiles y minerales– imprescindibles para satisfacer las necesidades de energía y de producción de bienes.
Sin embargo, dada su naturaleza y las tecnologías que emplea, esta industria suele producir efectos nocivos en los lugares en donde se extraen los recursos, y también en los procesos de transformación y transporte de sus productos.
Para responder a un modelo de desarrollo sustentable la industria extractiva debe incorporar prácticas medioambientales adecuadas a lo largo de todas las etapas del proceso, desde la extracción y el tratamiento hasta la entrega de los productos acabados al consumidor, incluyendo la restauración de las zonas afectadas por la explotación.
Realiza una actividad de especial importancia para el desarrollo económico de la sociedad, pues suministra materias primas –combustibles fósiles y minerales– imprescindibles para satisfacer las necesidades de energía y de producción de bienes.
Sin embargo, dada su naturaleza y las tecnologías que emplea, esta industria suele producir efectos nocivos en los lugares en donde se extraen los recursos, y también en los procesos de transformación y transporte de sus productos.
Para responder a un modelo de desarrollo sustentable la industria extractiva debe incorporar prácticas medioambientales adecuadas a lo largo de todas las etapas del proceso, desde la extracción y el tratamiento hasta la entrega de los productos acabados al consumidor, incluyendo la restauración de las zonas afectadas por la explotación.
Industria de transformación
Aunque la naturaleza de la industria es transformar, se llama industrias de transformación a aquellas que no son extractivas, sino que su actividad es la producción de materiales que abastecen otros procesos en una cadena productiva o directamente la producción de los bienes de consumo que se encuentran presentes en todos los ámbitos de la vida cotidiana: construcción, transporte, alimentación, vestido, educación, salud, etcétera.
Desde el inicio de la llamada “Revolución Industrial” en Europa, hacia fines del siglo XVIII, y de modo creciente en todo el mundo, la industria es la mayor fuente de riqueza y de empleo de las sociedades, pero también la responsable –directa o indirectamente– de la mayor parte del consumo energético, de las emisiones contaminantes y del agotamiento de recursos no renovables.
La industria contribuye a la generación de contaminantes de manera muy diversa dependiendo de las características de los procesos y del tipo de insumos y productos. Algunas industrias afectan al ambiente a través de sus descargas al agua, emisiones a la atmósfera o procesos de combustión, y otras generan residuos peligrosos o afectan al ambiente al emplear sustancias químicas.
Para orientarse hacia el desarrollo sustentable la industria requiere un cambio tecnológico que privilegie tecnologías orientadas a la prevención y la reducción de los impactos ambientales antes que a la remediación y corrección de los daños provocados, y debe buscar tecnologías de proceso que resulten económicamente viables y ambientalmente deseables.
Desde el inicio de la llamada “Revolución Industrial” en Europa, hacia fines del siglo XVIII, y de modo creciente en todo el mundo, la industria es la mayor fuente de riqueza y de empleo de las sociedades, pero también la responsable –directa o indirectamente– de la mayor parte del consumo energético, de las emisiones contaminantes y del agotamiento de recursos no renovables.
La industria contribuye a la generación de contaminantes de manera muy diversa dependiendo de las características de los procesos y del tipo de insumos y productos. Algunas industrias afectan al ambiente a través de sus descargas al agua, emisiones a la atmósfera o procesos de combustión, y otras generan residuos peligrosos o afectan al ambiente al emplear sustancias químicas.
Para orientarse hacia el desarrollo sustentable la industria requiere un cambio tecnológico que privilegie tecnologías orientadas a la prevención y la reducción de los impactos ambientales antes que a la remediación y corrección de los daños provocados, y debe buscar tecnologías de proceso que resulten económicamente viables y ambientalmente deseables.
Industria biotecnológica
La industria biotecnológica tiene sus orígenes en los avances de la biología molecular y la tecnología genética que sirven de herramienta para modificar los organismos vivos creando organismos transgénicos o genéticamente modificados que pueden servir para producir nuevos productos y servicios.
Estas técnicas ofrecen ventajas inmediatas para el crecimiento económico y la salud de la población, pero pueden también implicar riesgos graves –de una magnitud difícil de prever– para la biodiversidad y los procesos evolutivos.
Dada su importancia económica, el tema de la industria biotecnológica y sus productos es foco de debate a nivel internacional y al interior de la ONU ha llevado a la adopción del Principio de Precaución que se establece en el Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad.
Estas técnicas ofrecen ventajas inmediatas para el crecimiento económico y la salud de la población, pero pueden también implicar riesgos graves –de una magnitud difícil de prever– para la biodiversidad y los procesos evolutivos.
Dada su importancia económica, el tema de la industria biotecnológica y sus productos es foco de debate a nivel internacional y al interior de la ONU ha llevado a la adopción del Principio de Precaución que se establece en el Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad.
Industria en México
El crecimiento industrial se ha constituido en motor fundamental del desarrollo de México. Ha sido el impulsor de la urbanización al haber favorecido el surgimiento de un sector de servicios que ha consolidado a las metrópolis y ciudades medias y de él depende gran parte del crecimiento económico y el bienestar de la población.
La industria ha sido en México uno de los sectores más dinámicos de la economía, la que paga los salarios más elevados y la que aporta buena parte de los recursos externos.
Aunque los servicios juegan ahora un rol cada vez más importante y los índices de industrialización ya no van en ascenso, es indudable que el papel del sector seguirá siendo determinante para el crecimiento económico del país.
A partir de la década de 1940, en una economía cerrada y bajo la estrategia de sustitución de importaciones, el despegue industrial en México se concentró en unas cuantas ciudades, sostenido principalmente por la siderurgia, los productos metálicos y químicos, los alimentos, bebidas y tabaco, los textiles, ropa y calzado. En esta etapa operaron como factores claves el contexto bélico internacional y el despliegue de una estrategia interna de fomento industrial. Frente a la imposibilidad de mantener las importaciones desde los Estados Unidos como resultado de la guerra y ante la existencia de un establecimiento industrial importante en México, fue posible reorientar su producción hacia adentro. La inversión extranjera se dirigió a las ramas más dinámicas y fue regulada, protegiendo a los capitales nacionales.
En los años cincuenta se inició la construcción de parques industriales públicos, dentro de políticas que reforzaron el efecto concentrador. El periodo de mayor dinamismo industrializador y, en general, de la economía mexicana, fue el de la década de 1970. El crecimiento industrial fue de 8.7% anual promedio, mayor de 6.9% alcanzado en la década de 1940.
La máxima expansión se dio en las ramas de productos metálicos y eléctricos, vehículos y sus accesorios, química, refinación de metales y materiales no metálicos. El contexto internacional siguió siendo favorable para la industrialización gracias al alto ritmo de crecimiento de las economías industrializadas y al gran flujo de inversiones directas que se dirigían a países en desarrollo.
Desde principios de la década de 1970 se dio mayor impulso a proyectos para desconcentrar la industria y el desarrollo urbano; mediante instrumentos fiscales, planes de fomento y esquemas de coordinación se impulsaron a parques industriales fuera de los polos tradicionales para propiciar la instalación de industrias en áreas más propicias. También se dio la creación explícita del régimen de maquiladoras.
Tras el ajuste estructural de 1982-1983, el Estado impulsó nuevas políticas de apertura comercial y hacia 1987 se avanzó hacia una desprotección prácticamente generalizada, lo que afectó a varias de las ramas que habían sido fundamentales en la estrategia anterior. La liberalización económica se consolidó con el ingreso de México al GATT, y posteriormente con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y de diversos acuerdos con Centroamérica y varios países de América del Sur. El cambio estructural había iniciado, los mercados eran más flexibles y abiertos, se generalizaron los procesos de privatización y se dio prioridad a las actividades generadoras de divisas. El grado de industrialización era inferior al de 1980 y el sector industrial se reorientó hacia la exportación de manufacturas y el crecimiento de las maquiladoras.
El producto interno bruto (PIB) global de 1997, fue de 2’997,952 millones de pesos, del cual la industria manufacturera aportó 21.1%, el segundo porcentaje más alto de todos los sectores. La nueva dinámica industrial orientada por la apertura económica está contribuyendo a modificar el actual patrón de localización territorial de la población, pues hace que se privilegien puntos más cercanos a puertos y fronteras. Esta tendencia puede modificar el impacto ambiental que actualmente tiene la actividad industrial en ciertas ciudades y regiones.
La industria ha sido en México uno de los sectores más dinámicos de la economía, la que paga los salarios más elevados y la que aporta buena parte de los recursos externos.
Aunque los servicios juegan ahora un rol cada vez más importante y los índices de industrialización ya no van en ascenso, es indudable que el papel del sector seguirá siendo determinante para el crecimiento económico del país.
A partir de la década de 1940, en una economía cerrada y bajo la estrategia de sustitución de importaciones, el despegue industrial en México se concentró en unas cuantas ciudades, sostenido principalmente por la siderurgia, los productos metálicos y químicos, los alimentos, bebidas y tabaco, los textiles, ropa y calzado. En esta etapa operaron como factores claves el contexto bélico internacional y el despliegue de una estrategia interna de fomento industrial. Frente a la imposibilidad de mantener las importaciones desde los Estados Unidos como resultado de la guerra y ante la existencia de un establecimiento industrial importante en México, fue posible reorientar su producción hacia adentro. La inversión extranjera se dirigió a las ramas más dinámicas y fue regulada, protegiendo a los capitales nacionales.
En los años cincuenta se inició la construcción de parques industriales públicos, dentro de políticas que reforzaron el efecto concentrador. El periodo de mayor dinamismo industrializador y, en general, de la economía mexicana, fue el de la década de 1970. El crecimiento industrial fue de 8.7% anual promedio, mayor de 6.9% alcanzado en la década de 1940.
La máxima expansión se dio en las ramas de productos metálicos y eléctricos, vehículos y sus accesorios, química, refinación de metales y materiales no metálicos. El contexto internacional siguió siendo favorable para la industrialización gracias al alto ritmo de crecimiento de las economías industrializadas y al gran flujo de inversiones directas que se dirigían a países en desarrollo.
Desde principios de la década de 1970 se dio mayor impulso a proyectos para desconcentrar la industria y el desarrollo urbano; mediante instrumentos fiscales, planes de fomento y esquemas de coordinación se impulsaron a parques industriales fuera de los polos tradicionales para propiciar la instalación de industrias en áreas más propicias. También se dio la creación explícita del régimen de maquiladoras.
Tras el ajuste estructural de 1982-1983, el Estado impulsó nuevas políticas de apertura comercial y hacia 1987 se avanzó hacia una desprotección prácticamente generalizada, lo que afectó a varias de las ramas que habían sido fundamentales en la estrategia anterior. La liberalización económica se consolidó con el ingreso de México al GATT, y posteriormente con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y de diversos acuerdos con Centroamérica y varios países de América del Sur. El cambio estructural había iniciado, los mercados eran más flexibles y abiertos, se generalizaron los procesos de privatización y se dio prioridad a las actividades generadoras de divisas. El grado de industrialización era inferior al de 1980 y el sector industrial se reorientó hacia la exportación de manufacturas y el crecimiento de las maquiladoras.
El producto interno bruto (PIB) global de 1997, fue de 2’997,952 millones de pesos, del cual la industria manufacturera aportó 21.1%, el segundo porcentaje más alto de todos los sectores. La nueva dinámica industrial orientada por la apertura económica está contribuyendo a modificar el actual patrón de localización territorial de la población, pues hace que se privilegien puntos más cercanos a puertos y fronteras. Esta tendencia puede modificar el impacto ambiental que actualmente tiene la actividad industrial en ciertas ciudades y regiones.